miércoles, 27 de septiembre de 2023

POETAS DE LA MAR


El pasado 23 un nutrido grupo de poetas recitó (o recitaron), junto al Mediterráneo, en La Pineda tarraconense, versos y estrofas al viento vespertino, con un denominador común: el mar (o la mar). Allí debí estar yo. No pudo ser por un tonto accidente que me mantiene en casa. Sí lo hicieron dos poemas míos que recitó la organizadora del evento, Mari Paz González. Si, a tenor de lo vivido en esta primera convocatoria de Poetas de la Mar, la cosa se institucionaliza y toma cuerpo cada año, espero estar, oportuna y reiteradamente, presente entre pinos y vestigios romanos. Y es que desde Orto, mi primer libro, donde aparecen 11 poemas marinos, hasta el último Continuidad de la luz, el mar, la mar, ha sido siempre motivo de inspiración. Me costó elegir dos. El primero, que es a su vez el primer poema de Las manos en el río (De donde nace el viento), prácticamente lo eligió (y leyó airosamente) Maripau tras descubrirlo en la red:

Bajé

desde mi altura hacia el río,

bajé

del páramo azotado por el viento, el sol y los siglos,

sediento bajé

para beberme el río,

y se fue de mis labios el agua,

y mi imagen quedó temblorosa en su sitio,

estática, sobre la corriente

que seguía su ritmo

monótono,

el mismo

de siempre,

tranquilo,

seguro,

hacia su eterno destino.              

[……]

El mar es un libro

para leer la historia,

el hecho fortuíto

que todos callamos,

el mar es olvido,

la sangre, la lágrima,

el fin y el principio.

[….]

 

El segundo es el quinto poema de Mi corazón y el mar (Orento), con título provisional para la ocasión:

 

MAR

Desnudos frente al mar sólo es posible

vivir, adentrarse en el cuerpo

tendido a nuestro lado, compañero de espumas,

surcados por la quilla húmeda de los besos

buscar entre las algas agitadas del fondo

una ofrenda de sangre,

asir las tablas rotas, legado de naufragios

antiguos como el hombre o la mujer que somos,

vaciar con las redes pescadoras de sueños

entrañas oceánicas, cordilleras de sombra,

perderse en regiones, abisales parajes

donde palpitan vapores persistentes,

el mito adquiere forma y apareja

el tiempo sus agallas,

renovar en la arena la huella de la noche,

endulzar con saliva los caminos de sal,

y buscar en los ojos del mar enamorado

el verde más profundo donde conjugar la luz.

Amar,  amar tan sólo, sin preguntar siquiera

por qué el amor mantiene a flote,

fuera del mar, la vida.

 

El mar (el mar, la mar —¿qué importa?—) lo descubrí en Castilla antes de que mis ojos contemplaran por primera vez el Cantábrico en la bahía se la Concha o se acostumbraran a los rojos atardeceres mediterráneos. Así pude escribir, años más tarde, un Romance marinero de Castilla. El mar de mis primeros poemas es un mar sin  nombre, un mar ideal o arquetípico, como ciertos amores. No sucede tal en Los nombres del agua, acuoso poemario de amor (fue premio Amantes de Teruel en 2020) donde el mar es escenario concreto en muchas composiciones. Hay, pues, muestrario para elegir y da hasta para futuros golpes de esencia marinera. Al tiempo. Disfruten del mar quienes lo tengan cerca en este otoño caliente.




martes, 26 de septiembre de 2023

CONVALECENCIA

 


Conservo vagos recuerdos de convalecencia infantil en la penumbra de la alcoba familiar hasta donde se llegaba María Jesús con una caja enorme llena de tebeos de su hermano Sebi, para hacerme llevadera aquella enfermedad que he olvidado. Fuera todo eran gritos y luz, pero yo era feliz en mi aislamiento leedor y visorio. Escribo ahora con la pierna derecha escayolada en un recogimiento forzoso a consecuencia de un mal paso, un traspié, una simple torcedura de tobillo que devino en fisura (fractura según reza el parte médico) del peroné a la altura del maléolo. Serán tres semanas de convalecencia si todo va bien. Tres semanas sin tebeos y mucho trabajo pendiente (lecturas, catalogación de libros, escritos por revisar y ordenar, nuevos poemas…) que no pondré al día. Con el pie en alto, al menos la primera semana, escasa labor, por poco física que sea, se puede realizar. Estar convaleciente es como estar de vacaciones en un lugar que no hemos elegido, pero donde no hay pan buenas son tortas, y quien no se consuela es porque no quiere y, en última instancia, estamos vivos que es lo importante. O no. Algo, aparte de leer cualquier libro relegado en su día por falta de tiempo, atender mínimamente a las redes sociales, ver un poco de televisión y participar en ciertos concursos, tendré que hacer, algo como escribir estos golpes reiniciados con el mes de septiembre, ya autumnal como yo mismo. Y recordar otros forzados relajamientos que me puedan venir a la memoria, salvedad hecha de enfermedades benévolas y accidentes leves (el herpes que tuve cuando estudiaba maestría mecánica interno en Valladolid o el accidente que sufrí trabajando en Sabadell al taladrarme el dedo índice izquierdo con una broca del seis.) Puedo reseñar dos importantes convalecencias por accidente y enfermedad graves. A saber, la del 97-98 y la de 2016. Con dos fechas grabadas en mis carnes: 18 de junio de 1997, miércoles y 16 de julio de 2016, sábado. En la primera, pasado el mediodía, caí de una escalera realizando trabajos de inspección de soldaduras en la estación de Magoria en Barcelona, con resultado de fractura de tibia y peroné de la pierna izquierda y rotura de ligamento interior en la rodilla derecha, amén de una brecha en la cabeza. Un cromo, vamos. Pronóstico grave. Estuve de baja un año y un día. En la segunda, también de pronóstico grave, también pasado el mediodía, sufrí un infarto en casa mientras preparaba la comida familiar del fin de semana. La rápida actuación de mis hijos que me llevaron a urgencias me permite contarlo aunque sea con dos stents y una parte del corazón necrosada. Aquí apuré el tiempo de baja y pasé a incapacidad  permanente hasta que me jubilé en 2021. Se puede decir que aún estoy en periodo de convalecencia.

Tras publicar De donde nace el viento (1989), me planteé dejar de escribir lo poco que escribía ya. Tenía árboles, libros y tres hijos y decidí plegar. Me hice la vasectomía física y literaria. Hijos no he tenido más, libros sí; de los árboles ya hablaremos. Resolví dejar de escribir porque veía la cuarentena cerca y ningún beneficio, como no fuera la íntima satisfacción personal, al hecho de llenar cuartillas con poemas más o menos decentes e intentar ver más allá que el común de los mortales por encontrar inspiración e ideas para desarrollar una narración atractiva. Y en ese retiro andaba cuando sobrevino el accidente. La recuperación fue larga y dolorosa. Anduve en silla de ruedas un tiempo, luego con dos muletas y con una después hasta que aprendí a caminar de nuevo. Durante la larga recuperación, amén de hacerme adicto a la 2, el antiguo UHF, y dedicar gran tiempo a la lectura, como no podía ser de otra manera, también, la ocasión la pintan calva, escribí alguna cosilla, como una serie de  poemas a los cuales di el título de Los pasos quebrados, referidos al accidente, convalecencia y recuperación. Un poemario que permanece inédito a excepción del poema escrito cuando asesinaron a Miguel Ángel Blanco recogido en una página de internet dedicada a su memoria. Poema que, eliminado de la última versión del libro nonato, se integrará en otro que ya apunta salir a la luz. Los tiempos de asueto forzado dan para mucho, incluso para comerse el coco y parir una buena obra. Si se tiene capacidad, claro, no pidamos a las piedras pan. Capacidad y voluntad, que esa es otra. La tentación de dejar pasar el tiempo cuando no se vislumbra un cercano final del ascetismo, es grande. La cosa en 2016, tras pasar por la UCI, fue distinta porque ya había comenzado a escribir de nuevo y, con casi 60 años, veía el parón como antesala (así resultó ser) de la jubilación. La jubilación, como en su día lo fue el servicio militar obligatorio y, posteriormente, la larga reclusión a causa del Covid, es una convalecencia metafórica, un retiro espiritual y metafísico que hay que saber, y poder, gestionar con cabeza. Desgraciada o afortunadamente, el final, sin spoiler posible, ya es de todos conocido. Esperemos que el cuerpo y la mente aguanten sin demasiado deterioro esta última recuperación para encarar el futuro con dignidad y entereza.

 Fotografía:

Xiruca recuperándose en La Guàrdia (Batet-La Garrotxa) y soñando con la Costa Brava

 de Josep Palomé Abadias tomada de Intermet.


jueves, 21 de septiembre de 2023

MEMORIAL DE DERROTAS

 


Iniciar un proyecto como este golpe a golpe…, y abandonarlo al poco tiempo durante más de un año supone, posiblemente, un fracaso, un combate conscientemente perdido. La vida no es más que una serie de derrotas diarias previas a la definitiva hecatombe. Mas  para que a una derrota le suceda otra, es necesario levantarse y continuar la lucha. Y en eso estamos ahora. En esta contienda semanal, en estos 52 golpes retomados, como latigazos en la página en blanco, para sentir el acre y dulzón aroma de la sangre derramada y las batallas no ganadas. Y el detonante no ha sido otro que varias andanadas que, si bien no lo han hundido, dejan el barco desarbolado. Entre ellos el derrumbe electoral de Sentim Sabadell el ya lejano 28 de mayo que tanto ilusionó a un grupo variopinto de ciudadanas y ciudadanos (no utilizaré más esta construcción, pero eran más mujeres que hombres en la candidatura) que nos hemos enriquecido mutuamente con nuestras experiencias previas y nuestras vivencias en común. Fue bonito mientras duró. También lo es la consecuencia: el grupo resultante sigue en contacto y comprendemos mejor la idiosincrasia de la ciudad que habitamos. No caló el mensaje, como sí lo hizo el de Sentir Aranda (Como no sabíamos que era imposible, lo hicimos.), que se llevó el gato al agua en Aranda de Duero con unos planteamientos hermanos de los nuestros. Nosotros sabíamos que era difícil: resultó imposible. La política no es extrapolable de un lugar a otro. Escribí en algún sitio que una misma parra puede dar uvas diferentes. Y si a unos les apetecen unas, otros se decantan por las otras.

Proponerse escribir un texto semanal y publicarlo en un blog como éste, puede llegar a resultar arduo; también es farragoso escribir a palo seco, sin mayor ambición que la satisfacción de sentir que no se ha errado totalmente el camino. Y surge con frecuencia, en ambos casos, el abandono, la deserción ante la página en blanco. La derrota, en definitiva. La constatación de que la guerra está perdida, pese a momentáneas victorias que velan la tragedia. Y ahí le andamos de nuevo, a bordo de un bajel que quiere ser pirata surcando mares de tinta con la ilusión por bandera. Nos embarcamos en naves con amplias probabilidades de naufragar, aunque alguna consigue llegar a su destino y salvar la autoestima en breves momentos de gloria. Pero, en general, vamos a la deriva y con la derrota cambiada.

Memorial de derrotas es el título de un poema que obtuvo en 2018 el primer premio en el III Concurso Litteratura de Poesía y está recogido en Continuidad de la luz, la última entrega de mis versos. Él solo justificaría este post. 

Comienza así:

Venimos del territorio común del desencanto,

de derrotas en batallas anteriores a la guerra

desatada a diario en trincheras amarillas,

batallas que perdimos antes de esta lucha encarnizada

que mantienen cada noche los perros con la luna.

Y más adelante:

Venimos de derrotas antiguas y olvidadas,

ocultas por el polvo que cubre los vestigios

de estatuas suntuosas, asoladas, vencidas

[….]

celebramos derrotas para sentirnos vivos

y vestimos de luz olvidados pendones.

Para concluir, a modo de resarcimiento, con una incuestionable verdad:

También los vencedores saben que perderán la última batalla.

Las múltiples derrotas que nos sobrevienen a diario son herencia de las grandes derrotas que heredamos del pasado y que hemos sacralizado. Aún hoy en día se producen estos grandes sometimientos y desastres, que poco nos afectan por sentirlos lejanos: guerras, disparidades, cataclismos…, que producen vencidos a destajo para un oscuro futuro. Que los vencedores y el mundo sean derrotados un día, es nula reparación para los vencidos.  

 

 

 

 

sábado, 9 de septiembre de 2023

SEPTIEMBRE


 










Septiembre es ese mes que instala la rutina

y estalla en los cohetes de las últimas fiestas.

 

Estos dos versos del poema Septiembre que se haya en el segundo apartado (Golpe a golpe la vida) de Continuidad de la luz, mi último poemario, define  perfectamente este mes epígono del estío, el mes en que abrí los ojos al asombro del mundo. Es la época en que se reanudan actividades y la rutina comienza de nuevo tras el paréntesis vacacional, el país se normaliza y algún privilegiado se va de vacaciones.  Que de todo hay en la viña del capitalismo. Aunque cada vez las  ciudades mantienen más actividad en los meses con nombre de emperadores romanos, ya están abiertas tiendas y negocios por completo y la liga, que ya sufre el primer parón por los encuentros de la selección clasificatorios para la Eurocopa de Alemania, toma vuelo para que el Madrid se la lleve por decreto del VAR, según se oye por estos lares, que no es cosa mía, …o también. Reanudaremos las tertulias poéticas de los lunes, después de los dos primeros festivos en esta Sabadell de mis dolores. Festejamos, con retraso, el cumpleaños de David y celebraremos, cuando toca, el de Andrés, y luego el mío. Ando catalogando los libros adquiridos en agosto y haciendo recuento de los premios a los que no me he presentado y de los que aún tengo posibilidad de hacerlo. Ya hay convocado alguno para 2024. La vida es un no parar.

Por ello, tras intentarlo en varias ocasiones sin resultado, me pongo ahora a la labor, interrumpida hace un año cumplido (un año sabático sin la escritura semanal que nadie lee) de golpear el teclado que necesita una seria renovación. Cosas han sucedido y sucederán que merecen ser contadas, como el baile de un puto lugar en el número de la ONCE de este lunes que pudo darme un respiro económico (véase imágenes finales). Y otras menos prosaicas que se irán viendo. Tal que el homenaje a Salvador Allende en el 50 aniversario de su muerte, en el cual participa Poesia a trenc d’alba, la mañana del lunes 11, o la velada poética del jueves 14 en el Viejo Piano de l’Hospitalet con Consuelo Jiménez y este que suscribe, mano a mano, o mejor, verso a verso desnudándonos ante un auditorio cómplice, participativo y, aún, la tarde del día 23 en la que, frente al luminoso Mediterráneo tarraconense, los Poetas de la mar, congregados por Mari Pau González, ensalzaremos nuestra cultura meridional con versos salados y mojados en el sugestivo marco  de la Pineda. De todo ello, y de algo más que se me olvida, iré dando cumplida cuenta. O no, que el escribir la vida a golpes, da resultados imprevisibles. Seguimos en la brecha.






CUANDO EL MUNDO SE LLAMABA CERRALBO

    Todos los buenos autores poseen su propio estilo, definido e inconfundible. Los lectores, luego, por afinidad, gusto u otras circunsta...