jueves, 28 de noviembre de 2024

CUANDO EL MUNDO SE LLAMABA CERRALBO

 

 Todos los buenos autores poseen su propio estilo, definido e inconfundible. Los lectores, luego, por afinidad, gusto u otras circunstancias, tenemos nuestras preferencias. En narrativa, las mías, a bote pronto y sin menoscabo de otros muchos autores, son: Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez, Miguel Delibes, Francisco Umbral y Ramón García Mateos. A los tres últimos me une la cercanía común de un territorio vital castellano leonés y más concretamente, a Delibes y García Mateos, el espíritu y el habla de los pueblos que aparecen en sus novelas y tienen tanto en común con el territorio de mi infancia y adolescencia.

Hay lugares míticos en la literatura a los que, como Gil de Biedma a su Nava, uno acaba siempre por volver. Por ejemplo: Macondo, Comala y, ahora también, Cerralbo. Cerralbo es mucho más que un pequeño pueblo salmantino en el partido judicial de Vitigudino, donde tuvo a bien nacer Ramón García Mateos allá por los albores de los años sesenta. Cerralbo es ya, por derecho y por mor de la imaginación de Ramón, un enclave legendario, un espacio literario que pertenece a todos sus lectores. Cuando el mundo se llamaba Cerralbo es la última novela del escritor y poeta salmantino afincado junto al Mediterráneo, en tierras de Tarragona, que nos ofrece la cántabra Ediciones Valnera en una cuidada impresión. Es una narración de descubrimiento y afirmación de la vida a través de la muerte. Cuatro niños recorren el pueblo que es su mundo y van descubriendo que no todo es tan simple y sencillo como hasta entonces les parecía. La acción transcurre entre las gentes de un pueblo cualquiera, en un paisaje rural y reconocible, aunque no conozcamos Cerralbo y el léxico salmantino difiera del autóctono de cada cual.

La memoria es el territorio de la infancia y Cerralbo es el territorio del niño que fuimos. Que los personajes sean reales o ficticios poco importa. Cada lector los identifica con los personajes de su propia peripecia vital y ello implica que la novela de Ramón sea una novela viva y arquetípica que hace cómplice al lector para mayor deleite y gozo espiritual. Es una novela que divierte y conmueve, se disfruta y saborea como los propios recuerdos expresados por un maestro de la narrativa.

Siempre he considerado a Ramón excelente poeta y gran escritor y esta obra, para quien lo conozca poco o lo descubra ahora, lo catapulta a la altura que merece.

Esto dice el autor en un pasaje del libro:

Bajo el manto de la realidad se hallaba el mundo. Y el mundo era Cerralbo. Y Cerralbo palpitaba al ritmo del lento traqueteo de la rueda del tiempo. Nada era imposible. Lo maravilloso se hacía cotidiano y convivía, sin aspaviento alguno, con las aristas del trabajo y la pobreza.

Os animo a descubrir ese mundo.

Ediciones Valnera



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