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domingo, 26 de junio de 2022

UN PUENTE ATRAVIESA LA NOCHE

 


Ciertamente no soy escritor. Pude llegar a serlo. Aún puedo escribir textos memorables. Todo es ponerse y darle vueltas al asunto hasta conseguir cierta precisión o sublime belleza. Pero para ser escritor no es suficiente. Tampoco escribir un drama le convierte a uno en dramaturgo, aunque el texto obtenga un prestigioso premio y, en consecuencia, se represente y se edite. ¿O sí? En todo caso Un puente atraviesa la noche  ha obtenido la mayor puntuación del jurado, dotando al autor de un legítimo orgullo. Reproduzco una parte del prólogo que la escritora y guionista, finalista del último Nadal, Almudena López Molina, dedica a este Drama en un acto o tragedia en el aire en la edición que reúne las obras  ganadoras  y los accésits de teatro breve  y teatro mínimo del XIII Certamen de Teatro Dramaturgo José Moreno Arenas , junto a dos piezas del propio José Moreno:

«Identidades en potencia

Un puente atraviesa la noche, del  veterano autor vallisoletano Jesús Andrés Pico Rebollo, es la pieza ganadora del certamen en la modalidad de teatro breve. El dramaturgo compone con ella una reflexión sobre las razones que motivan la elección entre desear la muerte y aferrarse a la vida a través de un agudo retrato social. El puente al que alude el título, planteado como espacio donde transcurre la acción, es al mismo tiempo un escenario simbólico capaz de evocar los múltiples sentidos posibles de esta infraestructura al compararla con la existencia: es, por tanto, un lugar de paso, donde nadie permanece, pero también un punto de encuentro entre dos márgenes, dos extremos opuestos; un no-lugar ambiguo, impersonal y vagamente decepcionante, carente de la épica esperada para un suceso excepcional —como debería ser la celebración de la vida o la consumación de la muerte—, donde todos los personajes se encuentran desubicados, como lo estamos quienes nos situamos entre ambos extremos. Es el lugar escogido por los personajes para consumar su relato vital: suicidas que intentan dejar de serlo solo en potencia. Porque el drama de esta pieza, escrita con ágiles diálogos cargados de ironía, se encuentra en la incapacidad de estos individuos de liberarse del todo de lo potencial de su identidad.

La temprana mención a Hamlet en la primera frase pronunciada por el primero de los suicidas que se nos muestran no es casual ni gratuita: esa duda que paraliza, esa ambivalencia entre extremos de acción que impide el desarrollo de la potencia encerrada en los personajes, es  intrínseca a la identidad de todos los suicidas, salvo el último en entrar en escena, el único que hace honor a su nombre. El resto —identificado por lo demás, no por un nombre propio sino por esa voluntad de acabar con la propia vida—, es más un arquetipo, una construcción abstracta  y despersonalizada, difuminada, que un personaje individual representado desde el naturalismo. Cada uno de los cuatro suicidas encarna un amor y un temor a la existencia y, con ello una razón para vivir y una razón para morir. No en vano, además de esta representación arquetípica, a todos ellos les une también un retrato común a través del habla: reflexivos observadores de su propia existencia, analizan e interpretan sus avatares, filosofan sobre sus razones para la vida y la muerte, desde una pedantería racional y abstracta, poniendo así distancia con el espectador. Como contraparte a este retrato conceptual de personajes quejumbrosos atrapados en el mundo de las ideas, el autor escribe las identidades mucho más naturalistas y precisas de los miserables desgraciados a pie de tierra: el indigente y la prostituta. Son ellos, desde su hambre y su frío, quienes hacen bajar el discurso de los suicidas de las nubes y lo traen de vuelta  al calor de lo humano.»  

Para acabar una frase aparecida en el Ideal de Granada, referente a esta edición: «De la obra ganadora el jurado ha destacado “su gran capacidad para convertir lo dramático en cómico, lo absurdo en verosímil y lo filosófico en divertido”».


sábado, 25 de junio de 2022

POR UN TEATRO PERMANENTE

 


No soy hombre de teatro, ni siquiera como espectador, pues son contadas las ocasiones en que me he desplazado hasta Barcelona para ver una obra dramática de cualquier género. Incluso Sabadell a veces tiene ofertas interesantes que dejo pasar. Hubo, sin embargo, una época, con 19, 20 años, cuando estudiaba y trabajaba a un tiempo en Valladolid, que el cine y el teatro me interesaban sobre manera. Acudí a varios estrenos teatrales en la temporada de ferias y escribí una carta al director de El Norte de Castilla quejándome de la situación del teatro en la ciudad. Ahora, tras ganar el XIII Certamen de Teatro Breve José Moreno Arenas y ver mi única obra dramática representada, me apetece recordar aquellos tiempos por animarme a continuar escribiendo y ver —también leer— más teatro. He aquí la carta:

POR UN TEATRO PERMANENTE

Me dirijo a usted, aprovechando que estamos ya en plena temporada teatral, con el ruego de que publique esta carta, carta que tal vez peque de ingenua, pero plantea un problema latente en nuestra ciudad.

Estamos en plena temporada teatral. Nuestros cinco teatros habilitan sus escenarios y vuelven a ser teatros. Y la ciudad, con una gran tradición y afición a las tablas, se vuelca en las salas. Una vez al año nos llegan los triunfos de Madrid. Las grandes compañías abandonan el calor de asfalto de la capital y salen “a provincias”, arribando a nuestra ciudad una vez al año. ¿Y luego qué? Se coloca una blanca sábana en los escenarios —¿duermen o están de luto?— y se convierten en cinematógrafos durante casi doce meses, salvo algunas raras y loables excepciones, como el estreno en Zorrilla de “Cándido”  por el T.E.I.

Cándida e ingenuamente, sin conocimiento de las causas que lo impiden, si es que existen, me atrevo a sugerir, a pedir, haciéndome eco de tanto vallisoletano amante del arte y cultura, un teatro permanente en nuestra ciudad. Uno, uno solamente. ¿Acaso no hay quién se atreva con la primera piedra? ¿Acaso hay falta de medios o de actores? No creo que sea por causas puramente económicas, el teatro es más caro que el cine y me consta que el público, que necesita y tiene derecho a ver teatro, respondería a una buena programación. Quizá el quid esté, precisamente, en la elección de la obra u obras a representar. Si se decidiesen varios empresarios, podría haber para todos los gustos. ¿Qué la ciudad es pequeña y no se podría mantener el cartel? ¿Y qué me dicen de los cuatro meses de “La naranja mecánica”? ¿Qué es un espectáculo interesante? Muy bien, pues eso. Supongo que los teatros en sus comienzos funcionarían como tales y creo que hubo hace años una promoción de teatro independiente. Podemos decir que, sino cualquiera tiempo pasado, si ciertas épocas fueron mejore. Y si hemos de mirar atrás, no con ira sino con afán de aprender, esta es una buena ocasión. Ya que tenemos teatros —de lo contrario se haría necesaria su creación—, aprovechémosles.

Queda, pues, esta petición (no quiero decir a quien corresponda pues sonaría a tópico) en el aire. Sé que algún día se hará realidad el sueño de una temporada no limitada a la época de ferias; lo que deseo es que se realice cuanto antes, como la democratización de este país nuestro que depende de Madrid hasta en cuestiones de teatro.

La carta, con la firma JESÚS PICO, fue publicada el 12 de septiembre de 1976. Seis días después F. DE ORBANEJA añadía algunas consideraciones en otra carta al director con el título TEATRO EN VALLADOLID:

“Por ferias recibimos en esta ciudad una verdadera avalancha teatral; al extremo de que para verlo todo hay días en que es necesario ir a las dos sesiones. Aparte del impacto crematístico que esta concentración supone, es evidente que el  teatro debe  “degustarse”  y para ello es necesario verlo con calma.

De la gran tradición y afición teatral de nuestra ciudad basta constatar la existencia de tres teatros: el Calderón (uno de los mejores de España), el Lope de Vega y el Zorrilla. Y de dos más desaparecidos: el Pradera y el Hispania (si la memoria no me es infiel). Según mis informes el teatro Calderón es propiedad de la Excma. Diputación y de la Caja de Ahorros Provincial, entidades que han desarrollado  una amplia actividad cultural. Creo que el teatro Calderón, como mínimo, debe dedicarse exclusivamente a teatro. Pero no sólo eso, debe crearse una Escuela de Arte Dramático y tener una compañía propia.”

Continúa abundando en el tema cultural proponiendo la creación de una Cátedra de Teatro e involucrando a la Universidad, Ayuntamiento, Diputación, centros culturales, empresas y ciudadanos, para terminar con esta frase: “Como dice el Sr. Pico podemos tener un teatro, por lo menos uno.”

Desgraciadamente, en casi  50 años, la situación no ha mejorado. Y el Calderón es conocido por ser sede de la Seminci.


CUANDO EL MUNDO SE LLAMABA CERRALBO

    Todos los buenos autores poseen su propio estilo, definido e inconfundible. Los lectores, luego, por afinidad, gusto u otras circunsta...