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martes, 12 de julio de 2022

POEMA QUE NO TIENE NOMBRE

 


Hoy, 12 de julio, se cumplieron 25 años del asesinato de Miguel Ángel Blanco. A Ermua llegaron las fuerzas vivas del país. No voy a opinar ni a favor ni en contra (tenemos los políticos  y el sistema que nos merecemos). Los muertos siempre son utilizados por todos los estamentos en su provecho. Y por los poetas elegíacos.

Aquel año andaba yo siguiendo los encierros de Pamplona desde mi silla de ruedas (el 18 de junio sufrí un accidente laboral: un año y un día de baja, paréntesis en que se gestó Los pasos quebrados, uno de cuyos poemas publiqué en el blog que mantenía en La Coctelera, plataforma ya desaparecida, de donde fue tomado por El rincón de Yanka; de allí lo rescaté  para compartirlo en Facebook). Y me sumé a la expectación sobrecogida y la esperanza acribillada.

Reproduzco aquí el poema:

 

POEMA QUE NO TIENE NOMBRE


Cuando millones de corazones fluían
por los ojos y las palmas abiertas
con un solo nombre y una sola esperanza,
cuando las saetas de todos los relojes
cuarenta y ocho, dos mil ochocientas veces
se clavaron como espinas en las frentes exánimes
y hasta el aire se detuvo expectante, con los brazos abiertos,
las raíces del roble centenario se estremecieron,
crujieron los huesos de todos los vascos,
de todos los españoles, de todos los hombres asesinados,
los ojos peregrinos de Pablo Ruíz, los ojos sin manos de Picasso
buscaban lágrimas de sangre para pintar el horror
y los verdes montes del norte quisieron huir,
transformarse en arenas insensibles y ciegas
para no ver la blanca paloma
que alzaba el vuelo con las alas heridas
en las cercanías de Lasarte.

Cumplido el plazo de la esperanza y la locura
dispararon a Miguel Ángel.
Los asesinos sordos, los asesinos ciegos
mataron a Miguel Ángel.
Sin mirarle a los ojos, que eran los ojos de todo un pueblo,
los ojos herederos de aquellos ojos
que vieron correr la sangre por las calles,
los ojos nuevos, los ojos libres,
los ojos limpios de una España viva,
asesinaron a Miguel Ángel.
Cobardes sanguinarios,
sicarios viles de la infamia y el odio,
perpetuaron a Miguel Ángel.



14/07/1997

   

martes, 5 de julio de 2022

LA MÚSICA Y EL VIENTO

 

   

Las palabras son más que herramientas que usan los escritores: son ladrillos para construir estancias y orbes infinitos en la finitud de un libro.

En muchos poemas hablo de ellas. En Orola están publicados los textos (o poemas) Campesinas y aladas y Aquí vivimos todas (que también aparecerán recopilados en Continuidad de la luz) El primero trata de las palabras iniciáticas, los vocablos rurales de la infancia que me animaron y ayudaron a volar, el segundo habla del mestizaje de las palabras. Pero, hete aquí, que un texto (o poema) anterior a ambos ha aparecido en un correo olvidado y, recuperado, os  lo ofrezco ahora que, fugazmente, refresca la noche estival con lágrimas antiguas, como palabras de viento:

 

TRADICIÓN

                                                                     A Eliseo Parra

 

Yo tenía palabras campesinas, palabras que ponían nombres a los vientos, los árboles,

las aves lugareñas, los frutos que el sudor germinaba,

los aperos de labranza, las labores del campo,

nombres elementales para el agua, espacios y lugares,

para el tiempo, los animales, los hombres,                                                              

nombres para las cosas, sentimientos, ideas.

Y hasta a Dios nombraban.

Yo tenía un mundo propio, pequeño pero mío, con sus cantos de siega, sus pinares, su río,

los trenes que pasaban con retrasos puntuales, lentos mercancías para contar vagones,

estrellas en el cielo, carámbanos de plata en el arroyo frío,

almireces, cedazos, botellas de anís vacías,

panderos, chiflotes, la dulzaina del tío Encinas,

mujeres que cantaban y Luisillo bailando en la plaza del pueblo.

Yo tenía un mundo, pero yo lo ignoraba.

Las palabras crecieron y el mundo se hizo grande:

Valladolid, Barcelona, España toda, Europa, América por descubrir

allende la mar atlántica, la Tierra entera, el cosmos...

Para volver al principio:

leyendas junto al fuego, el juego, el vino, el pan, romances olvidados y cantos sin oficio,

raíces del idioma que nutría la Historia más allá de mi mundo pequeño y recobrado,

creciendo inapelable, cubriendo con sus ramas tantos millones de almas,

bebiendo en sus orígenes de tradición tan pura

para ser lo que soy contando con palabras, que tú también entiendes,

la música y el viento que forjaron mi vida.  

 

CUANDO EL MUNDO SE LLAMABA CERRALBO

    Todos los buenos autores poseen su propio estilo, definido e inconfundible. Los lectores, luego, por afinidad, gusto u otras circunsta...