No soy hombre de teatro, ni siquiera como espectador, pues son contadas las ocasiones en que me he desplazado hasta Barcelona para ver una obra dramática de cualquier género. Incluso Sabadell a veces tiene ofertas interesantes que dejo pasar. Hubo, sin embargo, una época, con 19, 20 años, cuando estudiaba y trabajaba a un tiempo en Valladolid, que el cine y el teatro me interesaban sobre manera. Acudí a varios estrenos teatrales en la temporada de ferias y escribí una carta al director de El Norte de Castilla quejándome de la situación del teatro en la ciudad. Ahora, tras ganar el XIII Certamen de Teatro Breve José Moreno Arenas y ver mi única obra dramática representada, me apetece recordar aquellos tiempos por animarme a continuar escribiendo y ver —también leer— más teatro. He aquí la carta:
POR UN TEATRO PERMANENTE
Me dirijo a usted, aprovechando que estamos ya en plena temporada
teatral, con el ruego de que publique esta carta, carta que tal vez peque de
ingenua, pero plantea un problema latente en nuestra ciudad.
Estamos en plena temporada teatral. Nuestros cinco teatros habilitan
sus escenarios y vuelven a ser teatros. Y la ciudad, con una gran tradición y
afición a las tablas, se vuelca en las salas. Una vez al año nos llegan los
triunfos de Madrid. Las grandes compañías abandonan el calor de asfalto de la
capital y salen “a provincias”,
arribando a nuestra ciudad una vez al año. ¿Y luego qué? Se coloca una blanca
sábana en los escenarios —¿duermen o están de luto?— y se convierten en
cinematógrafos durante casi doce meses, salvo algunas raras y loables
excepciones, como el estreno en Zorrilla de “Cándido” por el T.E.I.
Cándida e ingenuamente, sin conocimiento de las causas que lo impiden,
si es que existen, me atrevo a sugerir, a pedir, haciéndome eco de tanto
vallisoletano amante del arte y cultura, un teatro permanente en nuestra
ciudad. Uno, uno solamente. ¿Acaso no hay quién se atreva con la primera
piedra? ¿Acaso hay falta de medios o de actores? No creo que sea por causas
puramente económicas, el teatro es más caro que el cine y me consta que el
público, que necesita y tiene derecho a ver teatro, respondería a una buena
programación. Quizá el quid esté, precisamente, en la elección de la obra u
obras a representar. Si se decidiesen varios empresarios, podría haber para
todos los gustos. ¿Qué la ciudad es pequeña y no se podría mantener el cartel?
¿Y qué me dicen de los cuatro meses de “La naranja mecánica”? ¿Qué es un
espectáculo interesante? Muy bien, pues eso. Supongo que los teatros en sus
comienzos funcionarían como tales y creo que hubo hace años una promoción de
teatro independiente. Podemos decir que, sino cualquiera tiempo pasado, si
ciertas épocas fueron mejore. Y si hemos de mirar atrás, no con ira sino con
afán de aprender, esta es una buena ocasión. Ya que tenemos teatros —de lo
contrario se haría necesaria su creación—, aprovechémosles.
Queda, pues, esta petición (no quiero decir a quien corresponda pues
sonaría a tópico) en el aire. Sé que algún día se hará realidad el sueño de una
temporada no limitada a la época de ferias; lo que deseo es que se realice
cuanto antes, como la democratización de este país nuestro que depende de
Madrid hasta en cuestiones de teatro.
La carta, con la firma JESÚS PICO, fue publicada el 12 de septiembre de 1976. Seis días después F. DE ORBANEJA añadía algunas consideraciones en otra carta al director con el título TEATRO EN VALLADOLID:
“Por ferias recibimos en esta ciudad una verdadera avalancha teatral;
al extremo de que para verlo todo hay días en que es necesario ir a las dos
sesiones. Aparte del impacto crematístico que esta concentración supone, es
evidente que el teatro debe “degustarse”
y para ello es necesario verlo con calma.
De la gran tradición y afición teatral de nuestra ciudad basta
constatar la existencia de tres teatros: el Calderón (uno de los mejores de
España), el Lope de Vega y el Zorrilla. Y de dos más desaparecidos: el Pradera
y el Hispania (si la memoria no me es infiel). Según mis informes el teatro
Calderón es propiedad de la Excma. Diputación y de la Caja de Ahorros Provincial,
entidades que han desarrollado una
amplia actividad cultural. Creo que el teatro Calderón, como mínimo, debe
dedicarse exclusivamente a teatro. Pero no sólo eso, debe crearse una Escuela
de Arte Dramático y tener una compañía propia.”
Continúa abundando en el tema
cultural proponiendo la creación de una Cátedra de Teatro e involucrando a la
Universidad, Ayuntamiento, Diputación, centros culturales, empresas y
ciudadanos, para terminar con esta frase: “Como
dice el Sr. Pico podemos tener un teatro, por lo menos uno.”
Desgraciadamente, en casi 50 años, la situación no ha mejorado. Y el
Calderón es conocido por ser sede de la Seminci.