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martes, 5 de julio de 2022

LA MÚSICA Y EL VIENTO

 

   

Las palabras son más que herramientas que usan los escritores: son ladrillos para construir estancias y orbes infinitos en la finitud de un libro.

En muchos poemas hablo de ellas. En Orola están publicados los textos (o poemas) Campesinas y aladas y Aquí vivimos todas (que también aparecerán recopilados en Continuidad de la luz) El primero trata de las palabras iniciáticas, los vocablos rurales de la infancia que me animaron y ayudaron a volar, el segundo habla del mestizaje de las palabras. Pero, hete aquí, que un texto (o poema) anterior a ambos ha aparecido en un correo olvidado y, recuperado, os  lo ofrezco ahora que, fugazmente, refresca la noche estival con lágrimas antiguas, como palabras de viento:

 

TRADICIÓN

                                                                     A Eliseo Parra

 

Yo tenía palabras campesinas, palabras que ponían nombres a los vientos, los árboles,

las aves lugareñas, los frutos que el sudor germinaba,

los aperos de labranza, las labores del campo,

nombres elementales para el agua, espacios y lugares,

para el tiempo, los animales, los hombres,                                                              

nombres para las cosas, sentimientos, ideas.

Y hasta a Dios nombraban.

Yo tenía un mundo propio, pequeño pero mío, con sus cantos de siega, sus pinares, su río,

los trenes que pasaban con retrasos puntuales, lentos mercancías para contar vagones,

estrellas en el cielo, carámbanos de plata en el arroyo frío,

almireces, cedazos, botellas de anís vacías,

panderos, chiflotes, la dulzaina del tío Encinas,

mujeres que cantaban y Luisillo bailando en la plaza del pueblo.

Yo tenía un mundo, pero yo lo ignoraba.

Las palabras crecieron y el mundo se hizo grande:

Valladolid, Barcelona, España toda, Europa, América por descubrir

allende la mar atlántica, la Tierra entera, el cosmos...

Para volver al principio:

leyendas junto al fuego, el juego, el vino, el pan, romances olvidados y cantos sin oficio,

raíces del idioma que nutría la Historia más allá de mi mundo pequeño y recobrado,

creciendo inapelable, cubriendo con sus ramas tantos millones de almas,

bebiendo en sus orígenes de tradición tan pura

para ser lo que soy contando con palabras, que tú también entiendes,

la música y el viento que forjaron mi vida.  

 

CUANDO EL MUNDO SE LLAMABA CERRALBO

    Todos los buenos autores poseen su propio estilo, definido e inconfundible. Los lectores, luego, por afinidad, gusto u otras circunsta...