Mostrando entradas con la etiqueta semana 22. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta semana 22. Mostrar todas las entradas

domingo, 12 de junio de 2022

BARCOS SON AMORES

            


En la escuela  gustaba de dibujar, en una página apaisada del cuaderno, barcos con cierta semejanza a los barcos de papel que confeccionaba con hojas de periódico tal y como alguien me había enseñado, ignorante de la existencia del arte de la papiroflexia como de tantas otras artes y manualidades. Con el tiempo fui progresando con el lápiz, mejoraron el diseño, la marinería y los animales, marinos y alados, que acompañaban al navío. Esto de dibujar barcos bien pudo ser una temprana manifestación del poeta que llevaba dentro. Dibujar un barco es como plasmar un sueño que uno no se atreve a soñar.

Uno va creciendo y evolucionando en todos los órdenes. Así pasé de los barcos de papel, que ya eran más pequeños y con ciertos mensajes escritos en ellos para que fueran, Duero abajo, a descubrir mundos ignotos, a los bajeles de roña —que es la corteza del pino y tiene buen flotar—fácilmente trabajable a navaja con cierta maña e imaginación. Con ellos hacíamos regatas en el arroyo y hasta navegaban en aguas remansadas gracias a un sistema de propulsión mediante gomas de pollo. Pero para navegar, lo que se dice navegar, era menester bajar a Valladolid en un día soleado y hacerlo en La Paloma, la barca de El Catarro que surcaba las procelosas aguas del estanque del Campo Grande entre patos, cisnes y alegría. De esta etapa infantil pasamos a fabricar una almadía con puente de mando incluido con la que un verano bajamos por el río en plan Tom Sawyer. Y es que nos hacíamos mayores y queríamos vivir aventuras. A falta de mar navegábamos piélagos limitados por cembos y ribazos. Y en Valladolid ya no íbamos al Campo Grande sino al Pisuerga a remar y enamorarnos entre balanceos y rubores.

Con diez cañones por banda, viento en popa a toda vela, no corta el mar, sino vuela, un velero bergantín. Y el tiempo y las ilusiones rotas van pasando como un barco pirata que va dejando estelas en el alma, y así llegué al mar y a Las Golondrinas del puerto de Barcelona y al amor. Y zarpé en barcos de mayor calado para cruzar el Mediterráneo, recorrer las islas griegas y descender el Nilo, mecido por una brisa enamorada. Y esta tarde dominical y soleada, apurada la siesta, dudo entre escribir un poema, dibujar un trasatlántico o navegar en un barco de papel con esta leyenda en la vela mayor: Navegante soy de amores por el mar de la esperanza y un cañonazo me alcanza de tus ojos matadores.

Buen verano y gratas circunnavegaciones.

CUANDO EL MUNDO SE LLAMABA CERRALBO

    Todos los buenos autores poseen su propio estilo, definido e inconfundible. Los lectores, luego, por afinidad, gusto u otras circunsta...