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viernes, 13 de octubre de 2023

PALESTINA EN DOS POEMAS

Tras los atentados de Hamas en territorio israelí y la desmesurada respuesta judía sobre Gaza se ha desatado en las redes una lluvia de información intentando explicar el conflicto desde un punto de vista histórico, una especie de master class exprés para desinformados o, más bien, incultos ciudadanos del mundo occidental. Nuestra prensa, atenta como siempre a su público borreguil, da informaciones sesgadas, y la derechoni (en esto ha quedado la derechona de Umbral) culpa al gobierno del conflicto, o poco menos. La gente de a pie discute sobre quienes son los buenos y los malos, según las noticias que, a tenor de sus inclinaciones ideológicas, llegan a su móvil. En este clima enrarecido que estamos viviendo en nuestro país, de bandos enfrentados, posturas irreconciliables, ambiente de aficiones acérrimas y prebelicismo incivil, Carlos Francino pone una nota de sensatez y buen periodismo en La Ventana, porque aquí, como en todas partes, siempre pierden los mismos. Sentado que los crueles actos de los sicarios de Hamás son terrorismo sin paliativos, hay que decir que la réplica del gobierno israelita es desproporcionada, injusta y genocida.  

A tenor de estos hechos he rebuscado entre el polvo de los años un par de poemas con que en 2014 participaba en una revista y un colectivo que pretendía visibilizar la causa palestina. El primero, con Federico al fondo, lo leí en la sede de CCOO de Via Layetana, en un recital coloquio que allí tuvo lugar por las mismas fechas e idénticos motivos. Tal como estaban, os los ofrezco ahora. Podría haberlos escrito hoy.

 

 

GACELA DEL NIÑO PALESTINO

 

todas las tardes se muere un niño

                      FGL

 

Todos los días en la Franja,

todos los días muere un niño.

 

De tan azul es el cielo una mortaja de nieve.

En el pecho del aire brota un fuego de siemprevivas,

un fuego antiguo que viene devorando la mañana.

Fusiles contra la jaima levanta el viento de arena.

Bajo palmeras de sangre el odio germina y crece.

La luna se apaga y gime en la noche desolada

falsamente iluminada por estrellas y misiles.

El llanto se ahoga en el mar

encarcelado en orillas de sangre y sal.

 

Todos los días en Gaza muere un niño.

 

Agonizantes soles no desnudarán las noches de nacaradas mejillas

ni quemarán con sus rayos los helechos de la tarde.

Ataúdes de números, pizarras de luto, desfilan bajo las bombas.

Novia sin esponsales, la tierra luce vestido de claveles degollados.

Un velo de sinagogas va rasgando las mezquitas.

La historia de Palestina tienen las dunas grabada,

patria del viento, dominio de alacranes homicidas.

La piedra que se lamenta cubre cimientos de oro

y se alimenta de sangre, y se alimenta de tierra.

 

En Cisjordania muere un niño cada día.

 

Manos desnudas claman por el vacío del aire.

Los niños muertos se agolpan con los ojos a poniente.

Las cordilleras lejanas son gargantas desatadas.

Déjame, niño, que llore por la paz que no tuviste.

Déjame, niño, que grite tu vehemente silencio

porque no hay éxodos ni genocidios que justifiquen tu muerte.

 

 

DISPARA AL ÁRABE

 

Mira, hermano, hijo de la misma tierra que profanas con el fuego de tu ira,

con el fuego del dios que a sal y fuego conquistó las almas de tus antepasados,

mira, mira mi sangre derramada, mis piernas destrozadas,

desde tu templo altivo contempla las ruinas de mis ciudades,

los cascotes que lanzo al viento inmisericorde de la opresión y el odio,

mis rebaños sin pastos y apenas leche para alimentarnos,

mis campos rodeados de oscura arena y muerte,

inundados de sed y de abandono,

mira las gentes tras el muro de hormigón paseando

del brazo de la vida como si nada pasara,

los niños sin juguetes y la esperanza intacta,

mira las barcas como cadáveres meciéndose

en ese mar en calma que me niegas,

ese mar milagroso que pone en las arenas doradas de la tarde

su maná prodigioso de peces boca arriba,

mira, mira las risas, mira la vida, la fe que no nos arrebatas.

 

Mira, hermano, soy árabe.

Dispara, dispara al árabe.

Yo seguiré saltando entre los muros derruidos de mi patria,

saltaré riendo entre las avispas de fuego que nos envías,

riendo, viviendo entre la sangre que brota

como una ofrenda vana de los jóvenes pechos.

 

No pasa nada. Dispara, dispara al árabe.

 

Tú morirás conmigo, hermano, hijo de la misma tierra.


(Imagen: El Confidencial) 

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