Iniciar un proyecto como este golpe a golpe…, y abandonarlo al poco tiempo durante más de un año supone, posiblemente, un fracaso, un combate conscientemente perdido. La vida no es más que una serie de derrotas diarias previas a la definitiva hecatombe. Mas para que a una derrota le suceda otra, es necesario levantarse y continuar la lucha. Y en eso estamos ahora. En esta contienda semanal, en estos 52 golpes retomados, como latigazos en la página en blanco, para sentir el acre y dulzón aroma de la sangre derramada y las batallas no ganadas. Y el detonante no ha sido otro que varias andanadas que, si bien no lo han hundido, dejan el barco desarbolado. Entre ellos el derrumbe electoral de Sentim Sabadell el ya lejano 28 de mayo que tanto ilusionó a un grupo variopinto de ciudadanas y ciudadanos (no utilizaré más esta construcción, pero eran más mujeres que hombres en la candidatura) que nos hemos enriquecido mutuamente con nuestras experiencias previas y nuestras vivencias en común. Fue bonito mientras duró. También lo es la consecuencia: el grupo resultante sigue en contacto y comprendemos mejor la idiosincrasia de la ciudad que habitamos. No caló el mensaje, como sí lo hizo el de Sentir Aranda (Como no sabíamos que era imposible, lo hicimos.), que se llevó el gato al agua en Aranda de Duero con unos planteamientos hermanos de los nuestros. Nosotros sabíamos que era difícil: resultó imposible. La política no es extrapolable de un lugar a otro. Escribí en algún sitio que una misma parra puede dar uvas diferentes. Y si a unos les apetecen unas, otros se decantan por las otras.
Proponerse escribir un texto semanal y
publicarlo en un blog como éste, puede llegar a resultar arduo; también es
farragoso escribir a palo seco, sin mayor ambición que la satisfacción de
sentir que no se ha errado totalmente el camino. Y surge con frecuencia, en
ambos casos, el abandono, la deserción ante la página en blanco. La derrota, en
definitiva. La constatación de que la guerra está perdida, pese a momentáneas
victorias que velan la tragedia. Y ahí le andamos de nuevo, a bordo de un bajel
que quiere ser pirata surcando mares de tinta con la ilusión por bandera. Nos
embarcamos en naves con amplias probabilidades de naufragar, aunque alguna
consigue llegar a su destino y salvar la autoestima en breves momentos de
gloria. Pero, en general, vamos a la deriva y con la derrota cambiada.
Memorial de derrotas es el título de un poema que obtuvo en 2018 el primer premio en el III Concurso Litteratura de Poesía y está recogido en Continuidad de la luz, la última entrega de mis versos. Él solo justificaría este post.
Comienza así:
Venimos del territorio
común del desencanto,
de derrotas en batallas
anteriores a la guerra
desatada a diario en
trincheras amarillas,
batallas que perdimos
antes de esta lucha encarnizada
que mantienen cada
noche los perros con la luna.
Y
más adelante:
Venimos de derrotas
antiguas y olvidadas,
ocultas por el polvo
que cubre los vestigios
de estatuas suntuosas,
asoladas, vencidas
[….]
celebramos derrotas
para sentirnos vivos
y vestimos de luz
olvidados pendones.
Para concluir, a modo de resarcimiento, con
una incuestionable verdad:
También los vencedores saben que perderán la última batalla.
Las múltiples derrotas que nos sobrevienen
a diario son herencia de las grandes derrotas que heredamos del pasado y que hemos
sacralizado. Aún hoy en día se producen estos grandes sometimientos y
desastres, que poco nos afectan por sentirlos lejanos: guerras, disparidades,
cataclismos…, que producen vencidos a destajo para un oscuro futuro. Que los
vencedores y el mundo sean derrotados un día, es nula reparación para los vencidos.
De poco nos sirve que los vencedores pierdan también la última batalla, al fin son ellos los hacedores de la autodestrucción de la especie.
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