martes, 28 de junio de 2022

TRABAJAR EN VERANO

 


Siendo estudiante de formación profesional, aprovechaba los veranos para trabajar y sacar unas perras para ir tirando el curso siguiente. Entre primero y segundo de oficialía anduve con el Vicente a lo que saliera, sobre todo regando sus tierras. Había que colocar tiradas de tubería y cambiar los aspersores por los surcos donde la vida se manifestaba en todo su verdor. El trabajo era duro a ratos y en otros más placentero. Como no era labor diaria, aprovechaba el tiempo de asueto para descansar, leer o bañarme en el río. El típico veraneo en el pueblo de toda la vida. A veces ayudaba en el horno de Domínguez a empaquetar dulces y comer alguno que salía descabalado. El siguiente verano encontré trabajo en una empresa de Valladolid. Manejaba un torno horizontal más grande, potente y fino que los Cumbre del colegio. Resultó una buena experiencia para mi futuro laboral y fue económicamente rentable para la bolsa estudiantil.

Los dos finales de curso siguientes los pasé en Suiza. Trabajé como garçon de cuisine, primero en un gran restaurante con una enorme plantilla y, al año, en un italiano donde estábamos el dueño y yo, como único destacamento en la cocina. Vi, con 16 o 17 años, un strip tease en vivo y el Último tango en París, que en España estaba prohibido, en versión original. Descubrí a Paco Ibáñez y escuché a Santiago Carrillo en una larga entrevista radiofónica. Eran los años de la apertura, pero el espíritu del 12 de febrero se quedaba corto.

Sin embargo mi primer trabajo estival lo conseguí a los 12 años, a escasos meses de cumplir los 13. Había vuelto a la escuela tras abandonar los estudios de bachillerato y andaba buscando trabajo para abandonar también la amiga (que le dicen en Andalucía y México.) En verano me cogieron en un chalet de los señoritos, en La Granja, junto al río. Y ahí iba yo, las tardes convenidas, a realizar labores fáciles de jardinería, a pie y con la que caía. Era el año en que le robaron el carro a Manolo Escobar y a media tarde me daban de merendar mientras el almeriense reclamaba su pertenencia a gritos por la radio. Aquel verano cobré mi primer sueldo.

Ya no volví a la escuela y me aficioné a trabajar en lo que salía, fuera invierno o verano. Al acabar la Maestría Industrial y, mientras encontraba trabajo de lo mío, anduve de peón en la construcción todo el verano. Trabajé en la edificación de un bloque de pisos al lado de la Plaza Mayor, frente a la Mejillonera, junto a una discoteca cuyo nombre he olvidado o no quiero recordar. Luego pasé  a la  Huerta del Rey que comenzaba a desarrollarse a lo grande. Allí cumplí los 18 años y me dieron de alta en la Seguridad Social.

Lo de trabajar los veranos para estudiar con cierta holgura pasó a la historia. Al integrarme en la vida laboral, disfrutaba, al menos en teoría, de un mes de vacaciones. Pero ese es tema para otro golpe. Como el de estas largas (y no del 36) vacaciones en que estoy felizmente instalado tras 14.422 días cotizados y un año que Payma se hizo la loca y no cotizó, más un año y medio de paro y 14 meses de mili.

Ahora si un estudiante consigue trabajar en verano (o alguien quiere integrarse a la vida laboral) lo tiene crudo y, si lo consigue, no sé yo si le merece la pena con los salarios de mierda que hay hoy en día. En fin, amigos, buen verano y no trabajéis demasiado.

 

 

 

domingo, 26 de junio de 2022

UN PUENTE ATRAVIESA LA NOCHE

 


Ciertamente no soy escritor. Pude llegar a serlo. Aún puedo escribir textos memorables. Todo es ponerse y darle vueltas al asunto hasta conseguir cierta precisión o sublime belleza. Pero para ser escritor no es suficiente. Tampoco escribir un drama le convierte a uno en dramaturgo, aunque el texto obtenga un prestigioso premio y, en consecuencia, se represente y se edite. ¿O sí? En todo caso Un puente atraviesa la noche  ha obtenido la mayor puntuación del jurado, dotando al autor de un legítimo orgullo. Reproduzco una parte del prólogo que la escritora y guionista, finalista del último Nadal, Almudena López Molina, dedica a este Drama en un acto o tragedia en el aire en la edición que reúne las obras  ganadoras  y los accésits de teatro breve  y teatro mínimo del XIII Certamen de Teatro Dramaturgo José Moreno Arenas , junto a dos piezas del propio José Moreno:

«Identidades en potencia

Un puente atraviesa la noche, del  veterano autor vallisoletano Jesús Andrés Pico Rebollo, es la pieza ganadora del certamen en la modalidad de teatro breve. El dramaturgo compone con ella una reflexión sobre las razones que motivan la elección entre desear la muerte y aferrarse a la vida a través de un agudo retrato social. El puente al que alude el título, planteado como espacio donde transcurre la acción, es al mismo tiempo un escenario simbólico capaz de evocar los múltiples sentidos posibles de esta infraestructura al compararla con la existencia: es, por tanto, un lugar de paso, donde nadie permanece, pero también un punto de encuentro entre dos márgenes, dos extremos opuestos; un no-lugar ambiguo, impersonal y vagamente decepcionante, carente de la épica esperada para un suceso excepcional —como debería ser la celebración de la vida o la consumación de la muerte—, donde todos los personajes se encuentran desubicados, como lo estamos quienes nos situamos entre ambos extremos. Es el lugar escogido por los personajes para consumar su relato vital: suicidas que intentan dejar de serlo solo en potencia. Porque el drama de esta pieza, escrita con ágiles diálogos cargados de ironía, se encuentra en la incapacidad de estos individuos de liberarse del todo de lo potencial de su identidad.

La temprana mención a Hamlet en la primera frase pronunciada por el primero de los suicidas que se nos muestran no es casual ni gratuita: esa duda que paraliza, esa ambivalencia entre extremos de acción que impide el desarrollo de la potencia encerrada en los personajes, es  intrínseca a la identidad de todos los suicidas, salvo el último en entrar en escena, el único que hace honor a su nombre. El resto —identificado por lo demás, no por un nombre propio sino por esa voluntad de acabar con la propia vida—, es más un arquetipo, una construcción abstracta  y despersonalizada, difuminada, que un personaje individual representado desde el naturalismo. Cada uno de los cuatro suicidas encarna un amor y un temor a la existencia y, con ello una razón para vivir y una razón para morir. No en vano, además de esta representación arquetípica, a todos ellos les une también un retrato común a través del habla: reflexivos observadores de su propia existencia, analizan e interpretan sus avatares, filosofan sobre sus razones para la vida y la muerte, desde una pedantería racional y abstracta, poniendo así distancia con el espectador. Como contraparte a este retrato conceptual de personajes quejumbrosos atrapados en el mundo de las ideas, el autor escribe las identidades mucho más naturalistas y precisas de los miserables desgraciados a pie de tierra: el indigente y la prostituta. Son ellos, desde su hambre y su frío, quienes hacen bajar el discurso de los suicidas de las nubes y lo traen de vuelta  al calor de lo humano.»  

Para acabar una frase aparecida en el Ideal de Granada, referente a esta edición: «De la obra ganadora el jurado ha destacado “su gran capacidad para convertir lo dramático en cómico, lo absurdo en verosímil y lo filosófico en divertido”».


sábado, 25 de junio de 2022

POR UN TEATRO PERMANENTE

 


No soy hombre de teatro, ni siquiera como espectador, pues son contadas las ocasiones en que me he desplazado hasta Barcelona para ver una obra dramática de cualquier género. Incluso Sabadell a veces tiene ofertas interesantes que dejo pasar. Hubo, sin embargo, una época, con 19, 20 años, cuando estudiaba y trabajaba a un tiempo en Valladolid, que el cine y el teatro me interesaban sobre manera. Acudí a varios estrenos teatrales en la temporada de ferias y escribí una carta al director de El Norte de Castilla quejándome de la situación del teatro en la ciudad. Ahora, tras ganar el XIII Certamen de Teatro Breve José Moreno Arenas y ver mi única obra dramática representada, me apetece recordar aquellos tiempos por animarme a continuar escribiendo y ver —también leer— más teatro. He aquí la carta:

POR UN TEATRO PERMANENTE

Me dirijo a usted, aprovechando que estamos ya en plena temporada teatral, con el ruego de que publique esta carta, carta que tal vez peque de ingenua, pero plantea un problema latente en nuestra ciudad.

Estamos en plena temporada teatral. Nuestros cinco teatros habilitan sus escenarios y vuelven a ser teatros. Y la ciudad, con una gran tradición y afición a las tablas, se vuelca en las salas. Una vez al año nos llegan los triunfos de Madrid. Las grandes compañías abandonan el calor de asfalto de la capital y salen “a provincias”, arribando a nuestra ciudad una vez al año. ¿Y luego qué? Se coloca una blanca sábana en los escenarios —¿duermen o están de luto?— y se convierten en cinematógrafos durante casi doce meses, salvo algunas raras y loables excepciones, como el estreno en Zorrilla de “Cándido”  por el T.E.I.

Cándida e ingenuamente, sin conocimiento de las causas que lo impiden, si es que existen, me atrevo a sugerir, a pedir, haciéndome eco de tanto vallisoletano amante del arte y cultura, un teatro permanente en nuestra ciudad. Uno, uno solamente. ¿Acaso no hay quién se atreva con la primera piedra? ¿Acaso hay falta de medios o de actores? No creo que sea por causas puramente económicas, el teatro es más caro que el cine y me consta que el público, que necesita y tiene derecho a ver teatro, respondería a una buena programación. Quizá el quid esté, precisamente, en la elección de la obra u obras a representar. Si se decidiesen varios empresarios, podría haber para todos los gustos. ¿Qué la ciudad es pequeña y no se podría mantener el cartel? ¿Y qué me dicen de los cuatro meses de “La naranja mecánica”? ¿Qué es un espectáculo interesante? Muy bien, pues eso. Supongo que los teatros en sus comienzos funcionarían como tales y creo que hubo hace años una promoción de teatro independiente. Podemos decir que, sino cualquiera tiempo pasado, si ciertas épocas fueron mejore. Y si hemos de mirar atrás, no con ira sino con afán de aprender, esta es una buena ocasión. Ya que tenemos teatros —de lo contrario se haría necesaria su creación—, aprovechémosles.

Queda, pues, esta petición (no quiero decir a quien corresponda pues sonaría a tópico) en el aire. Sé que algún día se hará realidad el sueño de una temporada no limitada a la época de ferias; lo que deseo es que se realice cuanto antes, como la democratización de este país nuestro que depende de Madrid hasta en cuestiones de teatro.

La carta, con la firma JESÚS PICO, fue publicada el 12 de septiembre de 1976. Seis días después F. DE ORBANEJA añadía algunas consideraciones en otra carta al director con el título TEATRO EN VALLADOLID:

“Por ferias recibimos en esta ciudad una verdadera avalancha teatral; al extremo de que para verlo todo hay días en que es necesario ir a las dos sesiones. Aparte del impacto crematístico que esta concentración supone, es evidente que el  teatro debe  “degustarse”  y para ello es necesario verlo con calma.

De la gran tradición y afición teatral de nuestra ciudad basta constatar la existencia de tres teatros: el Calderón (uno de los mejores de España), el Lope de Vega y el Zorrilla. Y de dos más desaparecidos: el Pradera y el Hispania (si la memoria no me es infiel). Según mis informes el teatro Calderón es propiedad de la Excma. Diputación y de la Caja de Ahorros Provincial, entidades que han desarrollado  una amplia actividad cultural. Creo que el teatro Calderón, como mínimo, debe dedicarse exclusivamente a teatro. Pero no sólo eso, debe crearse una Escuela de Arte Dramático y tener una compañía propia.”

Continúa abundando en el tema cultural proponiendo la creación de una Cátedra de Teatro e involucrando a la Universidad, Ayuntamiento, Diputación, centros culturales, empresas y ciudadanos, para terminar con esta frase: “Como dice el Sr. Pico podemos tener un teatro, por lo menos uno.”

Desgraciadamente, en casi  50 años, la situación no ha mejorado. Y el Calderón es conocido por ser sede de la Seminci.


domingo, 12 de junio de 2022

BARCOS SON AMORES

            


En la escuela  gustaba de dibujar, en una página apaisada del cuaderno, barcos con cierta semejanza a los barcos de papel que confeccionaba con hojas de periódico tal y como alguien me había enseñado, ignorante de la existencia del arte de la papiroflexia como de tantas otras artes y manualidades. Con el tiempo fui progresando con el lápiz, mejoraron el diseño, la marinería y los animales, marinos y alados, que acompañaban al navío. Esto de dibujar barcos bien pudo ser una temprana manifestación del poeta que llevaba dentro. Dibujar un barco es como plasmar un sueño que uno no se atreve a soñar.

Uno va creciendo y evolucionando en todos los órdenes. Así pasé de los barcos de papel, que ya eran más pequeños y con ciertos mensajes escritos en ellos para que fueran, Duero abajo, a descubrir mundos ignotos, a los bajeles de roña —que es la corteza del pino y tiene buen flotar—fácilmente trabajable a navaja con cierta maña e imaginación. Con ellos hacíamos regatas en el arroyo y hasta navegaban en aguas remansadas gracias a un sistema de propulsión mediante gomas de pollo. Pero para navegar, lo que se dice navegar, era menester bajar a Valladolid en un día soleado y hacerlo en La Paloma, la barca de El Catarro que surcaba las procelosas aguas del estanque del Campo Grande entre patos, cisnes y alegría. De esta etapa infantil pasamos a fabricar una almadía con puente de mando incluido con la que un verano bajamos por el río en plan Tom Sawyer. Y es que nos hacíamos mayores y queríamos vivir aventuras. A falta de mar navegábamos piélagos limitados por cembos y ribazos. Y en Valladolid ya no íbamos al Campo Grande sino al Pisuerga a remar y enamorarnos entre balanceos y rubores.

Con diez cañones por banda, viento en popa a toda vela, no corta el mar, sino vuela, un velero bergantín. Y el tiempo y las ilusiones rotas van pasando como un barco pirata que va dejando estelas en el alma, y así llegué al mar y a Las Golondrinas del puerto de Barcelona y al amor. Y zarpé en barcos de mayor calado para cruzar el Mediterráneo, recorrer las islas griegas y descender el Nilo, mecido por una brisa enamorada. Y esta tarde dominical y soleada, apurada la siesta, dudo entre escribir un poema, dibujar un trasatlántico o navegar en un barco de papel con esta leyenda en la vela mayor: Navegante soy de amores por el mar de la esperanza y un cañonazo me alcanza de tus ojos matadores.

Buen verano y gratas circunnavegaciones.

domingo, 5 de junio de 2022

GOLPE A GOLPE. CALOR Y VERSOS

Golpe a golpe, verso a verso, dice o canta Serrat en Cantares, primer tema del  mítico disco Dedicado a Antonio Machado, poeta, donde el catalán une sus versos a los versos inmortales del andaluz. Y, golpe a golpe, verso a verso, retomé yo la escritura en la primera década de este siglo o milenio, varios años después de abandonarla al constatar que el poeta en ciernes de los años setenta no supo o pudo evolucionar. No pretendo recuperar el tiempo perdido ni ganar el Nacional de Literatura, mas estoy orgulloso y satisfecho con lo logrado estos últimos años. A los dos libros primeros que edité en el siglo XX, con algunos poemas de calidad que han resistido bien el paso del tiempo, se han sumado tres más; y el cuarto está en capilla. He conocido y sigo conociendo a grandes poetas, a personas, artistas  y escritores muy interesantes, gracias a esta decisión de continuar escribiendo y participar en la vida cultural de muchos lugares de este país de todos los demonios, que decía Jaime Gil de Biedma en su famosa sextina. Sin duda las redes sociales y las afinidades electivas que en ellas se generan, tienen gran parte de culpa; también el cese en la vida laboral activa permite mayor dedicación a tareas y temas antes relegados.

Y así, a golpe de calor de un verano adelantado, entre caminata y caminata, en alguna bien acompañado por Gala, la perra de mi hijo mediano —a falta de nietos, mascotas—, voy escribiendo y participando en algún que otro certamen literario, amén de realizar ciertas labores de logística y representación de Poesia a trenc d.alba, cuya presidencia ocupo actualmente y ejerceré durante los próximos años.

Finalizamos el mes de mayo con sendos recitales: el viernes 27, con gran afluencia de público y algún momento muy emotivo, acompañados por las guitarras de Pepe Hernández y Joaquim Teruel, declamamos versos propios y ajenos en las fiestas del barrio de la Concordia de Sabadell, invitados por la Asociación de Vecinos. Al día siguiente, tras callejear por el Roc de Sant Gaietà y el puerto de Roda de Berà y reponer fuerzas en una brasería del pueblo, once integrantes de nuestra asociación participamos en el homenaje que Berà en Comú rindió a Almudena Grandes, acompañados en todo momento por Encarna y Jordi, que ejercieron de magníficos organizadores y cicerones. Allí tuve ocasión de reencontrarme con la poeta Maripau González que, desde Reus, se acercó a saludarme. También hubo un encuentro inesperado por mi parte con el compañero Carlos Romero que ahora mora por aquellas tierras tarraconenses. Para que no decaiga, el viernes 10, participaremos algunos poetas del grupo en un fin de curso de música y poesía en el Centre Cívic de Ca n’Oriac, por deferencia de su directora… Para rematar el curso, a mediados de junio concluimos las tertulias de los lunes en Cal Balsach (La Creu Alta) a las que estáis todos invitados de 17 a 19 horas. Ahora y cuando las  reanudemos en septiembre.

Lo dicho, golpe a golpe, verso a verso, pasaré por Mataró radio (Poesia en viu) y Radio Can Deu. También participaré en la presentación del nuevo libro de Poetas de Cornellà, El sol que mece los verso, en el Castillo de la ciudad, arropado por las fuerzas vivas municipales, al igual que en Albolote, que a Granada me voy una semanita en plan cultural y viajero. Ya en julio toca recital en el marco natural de Can Coll, en la localidad de Lliçà de Vall y dar el pregón de las fiestas en el barrio de l’Eixample sabadellense. 

Golpe a golpe..., el calor se sobrelleva con versos y refrescante actitud.

martes, 24 de mayo de 2022

EDITAR EN PAPEL

Cuando presenté Orto, mi primer libro, en la casa de Andalucía de Barcelona, allá por el 79 u 80, conocí a Julián Gustems, un escritor que me facilitó direcciones de revistas en las que él publicaba y contactos para avanzar en la intrincada selva de la publicación de la propia obra, que, a fin de cuentas, es lo que buscamos quienes aspiramos a escribir con cierta asiduidad. Si uno no ve en papel lo suyo, no puede avanzar en la consecución de un estilo personal ni enfrentarse a nuevos retos. Probé con varios de ellos y fue el periódico mexicano El Siglo de Torreón, quien se mostró más receptivo. En su Taller Literario Don Quijote vieron la diáfana luz centroamericana, varios poemas que luego formarían parte de De donde nace el viento. Aparecieron también dos pequeñas prosas. He extraviado el original que siempre remitían, pero conservo una fotocopia que apareció hace unos días y me ha permitido reproducir una de ellas (Remanso) en la semana 18.

El texto de la 19 (Salamanca no otorga), pertenece a una vivencia que envié al Orola de este año, cuyo tema es  La Escuela de Salamanca. He de decir que la otra ya ha sido seleccionada para la antología de este año. Y van 10, si mal no recuerdo. Algún día hablaré de este certamen con detalle.

Últimamente he asistido a dos presentaciones de dos libros de peso: Los castillos templarios de España (526 páginas) de Jesús Ávila Granados y Letras Flamencas III (544 páginas). La presentación del primero aconteció en la biblioteca de Sentmenat donde tuve ocasión de saludar al amigo común Jaume Baigual con quien, muy posiblemente, compartiré recital, un mano a mano de versos, él en catalán, en castellano yo. Escuchar a Jesús Ávila hablar de los templarios es puro deleite. En este libro (el 117 de su prolífico autor) cataloga y explica 162 fortalezas, algunas en irreversible estado de deterioro. Tuve ocasión de charlar antes y después del acto, con Jesús y de degustar un par de vasos de vino de Batea (Terra Alta). Una tarde de miércoles bien aprovechada. Como lo fue la mañana del pasado domingo en la peña Los aficionados de Cornellà donde se presentó el tercer volumen que recoge, como los anteriores y los que vendrán, letras flamencas premiadas en el certamen que en Barakaldo organizan los Hijos de Almárchar de la localidad vasca. Este año van por la XXXVI edición y pienso participar. Cerró la matinal, con joven maestría y con el público puesto en pie, la cantaora sevillana Sonia Miranda, bien acompañada por Antonio Luis López a la guitarra. Luego vino el tapeo y la cervecita, como es de rigor.


Anteriormente hubo dos presentaciones en Cambrils que me perdí, pero que no puedo dejar de reseñar por la enorme calidad de las obras y los autores (hijo y padre, por orden de presentación): Cenotafios de Germán García Martorell (Premio Nacional de Poesía Jovén Félix Grande, 2020), se presentó el 19 de abril. Es, según Fernando Parra (Diari de Tarragona, 18/04/2022), “una auténtica ontología del lenguaje explorada desde el propio lenguaje poético, metaliteratura de altos vuelos con vocación transcendente.” Ramón García Mateos presentó su Comer, beber y contar tres días después. En la mesa, como maridaje para estas historias arrimadas a la cocina de la necesidad, vino... y agua (para disimular) Espero no tardar mucho en pasar por la villa marinera y traerme los dos ejemplares firmados.

En menos de un mes tendré en mis manos Un puente atraviesa la noche, obra de teatro breve premiada en Albolote, editada junto a los otras ganadoras y accésits. También será representada. Un buen motivo para volver a Granada y pasar una semanita intensa y enriquecedora, tanto en lo material (¡qué buenas tapas!) como inmaterial (Federico y la Alhambra me esperan.)

Hablando de libros, Continuidad de la luz tiene luz verde para abrir los ojos al mundo en Silva ediciones. Ya lo están maquetando y Ramón García Mateos anda con el prólogo, que presumo singular y sobresaliente, como toda su obra. Prosigue la línea, iniciada en Orento, de recoger en una de sus secciones poemas premiados, en esta ocasión de 2015 a 2020. Y habrá continuidad en unos años, seguro.

Seguro y contento estoy. Y es que publicar en una editorial tradicional en estos tiempos que corren es un lujo que hay que aprovechar.


miércoles, 18 de mayo de 2022

SALAMANCA NO OTORGA

                                   

Yo, señor, nunca tuve oportunidad de saber. Mi casa era pobre con el retrete fuera. Hube de ingeniármelas para sobrevivir en tierra de pícaros y estudiantes. La necesidad aguza el ingenio mas impide el conocimiento que da una vida relajada. Tampoco era yo fácil de entendederas. “El Poíllo”, pongo por caso, también menguado de posibles, poseía en cambio inteligencia innata para comprender las cosas que leía o escuchaba. Así obtuvo la beca que le permitió estudiar en Valladolid una Maestría de esas que te resuelven el oficio que en el futuro te dará de comer. Cierto que tenía mimbres para más altas cotas, pero ganar el pan de cada día precisa sacrificios y no fue más allá. Empero yo abandoné pronto la escuela. Ahora que intento aprender por mi cuenta, comprendo la importancia de tener buenos maestros y medios para estudiar en su tiempo y lugar.

Yo no soy ilustrado y esta afición por leer me llegó tardía. Ya me hubiera gustado ser de otra pasta y condición y aprovechar mis correrías por la ciudad de otra manera. Vivir en la pobreza, bien lo sabe usted, coarta el acceso al conocimiento que la escuela y la universidad otorgan. Si ser pobre es duro, serlo en Salamanca aún lo es más. Quien no tiene oficio ni beneficio está expuesto a mayores tentaciones y peligros que una persona cultivada y con la vida encarrilada por la próspera senda del bien y la tranquilidad. Así, tempranamente, en vez de aulas frecuenté celdas y cuartelillos. Y estaba de Dios que acabara con las manos manchadas de sangre. No sé si la pobreza y la incultura son eximentes, pero ciertamente con ellas se pagan de por vida los errores que uno pueda cometer. Con ellas y los años de cárcel que llevo cumplidos, considero saldada mi deuda. Pero, ¿quién me resarce a mí por la mezquina vida que me tocó en suerte? 


CUANDO EL MUNDO SE LLAMABA CERRALBO

    Todos los buenos autores poseen su propio estilo, definido e inconfundible. Los lectores, luego, por afinidad, gusto u otras circunsta...